Per Bucur, Ramona Mihaela
La vida tal y como la
conocemos hoy sería imposible sin la existencia de la educación, sin la
perpetuación de una serie de conocimientos que la humanidad ha ido acumulando
desde su existencia. A través de la educación, todos nosotros vamos aprendiendo
aquello que no nos es innato, lo que no se nos ha proporcionado por nacimiento.
Todos necesitamos estar sometidos a un periodo de aprendizaje para dotarnos de ese
conocimiento que nos permitirá desarrollarnos como personas e integrarnos en el
ámbito cultural.
El objetivo de la
educación es de lo más noble y positivo: promover el bienestar individual y
grupal. Pero el sistema educativo de hoy día ¿realmente promueve el desarrollo personal de
sus alumnos, de sus reales potencialidades, o más bien se está preocupando por
crear al “trabajador ideal”? ¿Verdaderamente se preocupa de que a través de la
educación lleguen a descubrir sus capacidades y a sacarles el mayor provecho, o
simplemente se conforma con que unos cuantos obtengas “buenos resultados”?
Personalmente, en
muchas ocasiones he dudado de hasta qué punto el modo en el que está planteada
la educación se adapta a las necesidades del aprendiz y le permite descubrir y
desarrollar su potencial.
Si analizamos la situación actual, nos daremos cuenta de que en cierto modo el expediente académico se ha convertido en una especie de reflejo de nuestras capacidades cognitivas. Aparentemente podemos lo que nuestros resultados académicos dicen que podemos, y a mi parecer, esa es una forma totalmente errónea de enfocar las cosas. Lo que hoy se valora es la capacidad del alumno de adaptarse a las demandas de un sistema educativo basado en un concepto de inteligencia único, premiando así solo a aquellos que por una razón u otra (genética y/o ambiente) han tenido la suerte de poseer las cualidades que en los centros educativos y en la sociedad se valoran. Pero esta forma de plantear la educación solo permite a unos cuantos aprendices explotar su potencial, mientras que a muchos otros no se les da la oportunidad de sacar a relucir sus talentos, e incluso se les estigmatiza.
Si lo que pretendemos es que cada persona tenga la posibilidad de desarrollar sus habilidades y conocer sus verdaderos límites, optar por una educación personalizada podría ser la solución.
Querer personalizar la
educación supone tener muy claro que
cada persona es diferente, que cada individuo tiene sus particularidades y sus
ritmos, y que por lo tanto no hay ninguna razón por la que todos tendríamos que
aprender las cosas de la misma manera. Hay tantas formas de pensar y aprender
como tipos de inteligencias, y eso supone que todos podemos ser inteligentes en
un área determinada, pero a muchos aprendices aún no se les ha dado la
oportunidad de explotar al máximo nuestras habilidades.
Hay que proporcionarle
al alumno el apoyo necesario para que pueda descubrir que es lo que “se le da
mejor” y cuál es su “manera personal” de aprender. No hay porque ir imponiendo
una manera determinada de acceso al conocimiento, sino más bien ofrecer la
libertad de emplear los propios recursos para acercarse al aprendizaje de la manera
que más cómoda le resulta a cada uno.
El planteamiento de la
educación personalizada, no es tarea fácil. Aspirar a ayudar a un aprendiz a
descubrir que es mejor para él implica muchísimo esfuerzo, por parte del
profesor, del alumno y de sus padres, e incluso de todo el sistema educativo. Pero
pensemos en todos aquellos aprendices que llegarán a descubrir lo que son
capaces, que confiarán en sus propias capacidades cognitivas, pensemos en todo
aquello que una persona que disfruta con lo que está haciendo puede aportar a
la sociedad e incluso a la humanidad... y será entonces cuando nos daremos
cuenta de que personalizar la educación es una necesidad.
Enlaces de interés:
- Video del programa
REDES: http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-inteligencias-multiples-educacion-personalizada/1270216/
- Experiencia del
colegio San Luís Beltrán: